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¿Qué son y qué hacemos con los RAEE?

14 de noviembre de 2018

Entrevistamos a Greta Liz Clinckspoor, especialista en Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE). Y como en esta oportunidad la distancia nos jugó una mala pasada, aprovechamos para explotar el mail y bombardearla a preguntas sobre este tipo de residuos del que poco se habla y poco se hace.

Hola Greta!


Contame dónde vivís; qué formación tenés y cómo es tu trayectoria profesional.

Vivo en Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires), ciudad donde nací y donde realicé mis estudios de Grado como Diseñadora Industrial, con orientación en Productos (FAUD – UNMdP).

Luego realicé la carrera de Especialización y Maestría en Gestión Ambiental Metropolitana (FADU -UBA), y entre una y otra, cursé un cuatrimestre en la University College de Londres (UCL), participando de dos carreras de Maestría ("Msc Environment & Sustainable Development" y "Msc Building and Urban Design in Development").


Actualmente, retorné a mi ciudad para desarrollar mi tesis doctoral (Doctorado de la Universidad Nacional de Luján en la Orientación Ciencias Sociales y Humanas) sobre la "Cadena de Valor de los Residuos Electrónicos" en este territorio.


Cuando hablamos de RAEE, ¿a qué estamos haciendo referencia?
 

En realidad no existe -a mi entender- una definición completa que refleje las particularidades de esta corriente de residuos.


Los Residuos Electrónicos (RE) se identifican como Residuos Especiales de Generación Universal (REGUs) o residuos peligrosos domiciliarios, los cuales constituyen un universo de desechos que revisten alguna característica de peligrosidad pero que por ser generados en los hogares no los debieran alcanzar las normativas de residuos peligrosos y deberían ser gestionados de manera diferenciada. Resulta inadecuado incluirlos en la corriente de residuos domiciliarios, como se los dispone actualmente, destinados al relleno sanitario, ya que este mecanismo de disposición final constituye un potencial riesgo ambiental y para la salud. 


Las características de este tipo de residuo complejo, presentan una marcada dualidad ante las posibilidades de su tratamiento. Un 90% de sus materiales son factibles de ser reciclados por diversas vías, al mismo tiempo que están compuestos por materiales con un gran valor económico. Dado que se emplea una gran cantidad de recursos no renovables para su fabricación, resulta relevante considerar que luego de su disposición es factible recuperar subcomponentes y elementos que conservan su calidad para ser reutilizados, tales como estaño, silicio, hierro, aluminio, cobre, plásticos, entre otros; distinguiendo esta corriente como una fuente rica de recursos revalorizables.


Por otro lado, también contienen metales pesados y sustancias químicas con un alto potencial contaminante, como plomo, cadmio, dioxinas, sustancias halogenadas, CFC (clorofluocarbonos), PCB (bifenilos policlorados), PVC (policloruro de vinilo), ignífugos (arsénico y amianto), entre otras. Sin embargo, la presencia de estos últimos metales son los que demarcan a estos residuos normativamente en la Argentina.


Si bien son variados los nombres que describen a los RE, tales como: basura digital, chatarra electrónica, residuos tecnológicos, e-scrap, entre otros; se han consolidado algunas deficiones. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), se considera "RAEE" a “todo aparato que utiliza un suministro de energía eléctrica y que ha llegado al fin de su vida útil”. Según una definición más amplia, asignada por la Directiva de RAEE de la Unión Europea (vigente desde agosto de 2005), se entiende por desechos tecnológicos “todos los aparatos eléctricos o electrónicos que se convierten en residuos, este término comprende todos aquellos componentes, subconjuntos y consumibles que forman parte del producto en el momento en que se desechan”.


En 2009, Morselli los definió como “Cualquier dispositivo que por razones funcionales depende de corrientes eléctricas y campos electromagnéticos para funcionar de manera correcta. Este se vuelve RAEE cuando su dueño lo desecha, intenta o requiere descartarlo.” (UIT, 2013)
 

Asimismo, en el año 2014, la Iniciativa Step los delimitó como “cualquier ítem proveniente de hogares o negocios, que contenga circuitos o componentes electrónicos y una fuente de energía o batería”. Y estableció que el término "RAEE" cubre “todos los tipos de aparatos eléctricos y electrónicos y sus partes, descartados por su propietario como residuo sin la intención del re-uso”


Como conclusión –y aquí sigo a otro autor, a Martínez- puedo decir que no resulta posible considerar a los residuos electrónicos como un producto. Más bien debe considerárselos como un sistema complejo (entre componentes, subconjuntos y consumibles). Y esto porque en las distintas definiciones que cité, lo que se observa, es que por un lado existe un “momento”, que está definido por un dueño o usuario que decide que ese aparato se convierta en residuo, y ello según sus propias razones y no las del aparato en sí. Y por otro lado, dicho descarte no pronostica el destino que tendrá (recuperación o reciclado).

¿Hay legislación al respecto?


En Argentina no existe infraestructura ni un sistema formal para hacer frente a la basura electrónica y para gestionar este tipo de residuos. Resulta importante volver a destacar que, en 2011, el Congreso de la Nación trató el denominado proyecto de Ley de Gestión de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) (Filmus), el cual contó con media sanción del Senado, pero resultó demorado en la Cámara de Diputados por falta de tratamiento, luego de su giro desde la Cámara Alta. El 12 de julio del 2012 reingresó el mismo proyecto, siempre encuadrándose en la figura de “Ley de Presupuestos Mínimos”. Fue aprobado por la Cámara de Diputados de la Nación, pero perdió estado parlamentario, volviéndose a presentar el 18 de septiembre del 2013 ante la Cámara de Senadores, sin llegar a sancionarse. Este año, el Diputado Daniel Filmus volvió a presentar el proyecto en la Cámara de Diputados de la Nación.


En la Provincia de Buenos Aires, desde 2011, está vigente la Ley Nº 14.321 para la gestión sustentable de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE), según lo preceptuado en el artículo 41 de la Constitución Nacional, y el artículo 28 de la Constitución Provincial; en concordancia con lo establecido por el Convenio de Basilea, ratificado mediante Ley Nacional Nº 23.992 y las Leyes Provinciales Nº 11.720, Residuos Especiales y 13.592, Residuos Sólidos Urbanos.


En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se sancionó la Ley Nº 2.807/08 que establece medidas para la Gestión de Aparatos Electrónicos en Desuso del Poder Ejecutivo de la Ciudad. Sin embargo, sólo se refiere al manejo de los RAEE en el ámbito del sector público.


¿Cómo es la realidad de este tipo de residuos en el mundo, en Latinoamérica y, particularmente, en Argentina?
 

Los AEE (Aparatos Eléctricos y Electrónicos), y por ende sus residuos, representan múltiples objetos de uso cotidiano, profesional y técnico. Sin embargo, los materiales que los componen son agrupados, a grosso modo, en cuatro grandes categorías: metales, vidrios, plásticos y otros (cartones, cauchos, maderas, telgopores), considerando también los embalajes necesarios para su transporte y almacenamiento. Cabe señalar que la distribución de sus cantidades en cada equipo, depende directamente del tipo de producto del que se trate.


Se destacan las dificultades asociadas a la obtención de datos sobre RAEE, por ende la búsqueda de metodologías aplicables para estimar su generación resulta objeto de diversas obras publicadas en el ámbito internacional. Para países latinoamericanos cobra especial utilidad, ya que no cuentan con un sistema de medición equivalente o un indicador acordado sobre la basura tecnológica que generan.


Generalmente las metodologías empleadas para trabajar datos en relación a los RAEE, se fundamentan sobre la información obtenida por las ventas anuales de los equipos en cada país. Conociendo el ciclo de vida útil de cada producto, se obtiene una estimación de los residuos generados.


Los datos no reconocen los mercados informales o de segunda mano que caracterizan una parte importante de las transacciones económicas en Latinoamérica, así como tampoco los circuitos de mano en mano a los que resultan sometidos los aparatos una vez descartados, pero sin llegar aún a los predios de disposición final. La falta de políticas públicas para la gestión de RAEE, datos provenientes de las Productoras de AEE y de los Recicladores/Operadores de Residuos y estudios empíricos sobre las poblaciones y sus prácticas en relación a estos residuos (que modifican permanentemente su durabilidad y sus prestaciones), resultan aspectos fundamentales para consolidar una verdadera dimensión de los volúmenes acumulados, reciclados y/o enviados a disposición final. 


Por otro lado, los RAEE no se anclan en una región o sobre un territorio a lo largo de su ciclo de vida, son residuos que recorren la esfera global desde el momento en el que se conciben hasta que son dispuestos, desarmados o destruidos.

¿Qué se hace en Argentina con estos residuos? ¿Cómo sería el “deber ser”? ¿Hay algún caso destacable?


En Argentina, no se gestionan de forma diferenciada estos residuos, lo cual sería el primer paso para abordar la problemática, diferenciándolos del resto de los Residuos Sólidos Urbanos (RSU).


Los desafíos para la adecuada gestión de los residuos electrónicos se originan también desde la necesidad de conceptualizar y comprender la complejidad de los RAEE, como responsabilidad compartida por todos los actores intervinientes en los procesos de su post-consumo. Así como reconocer y formalizar este tipo de residuos de manera diferenciada por sus características específicas, dentro de marcos inclusivos y sustentables, que también reconozcan los servicios ambientales que los recuperadores urbanos le brindan a la misma sociedad que los descarta. 


Por lo cual, fomentar la sensibilización y el conocimiento del grupo generador de estos desechos (como lo es la sociedad en su conjunto) es uno de los puntos más importantes, así como destacar la responsabilidad que estos actores poseen, ya que conducen el inicio de la valorización de los RE. En este sentido, resultaría necesario impulsar programas de sensibilización para la población por diferentes medios, manifestando los efectos del consumo y el descarte sin tratamiento, fomentando la educación ambiental.


Sin dudas, cabría también el hecho de consolidar normativas que regulen de forma obligatoria y controlada los tratamientos debidos y específicos para cada actor involucrado, asegurando la sustentabilidad incluso de las sustancias no-valorizables. Y, asimismo, promover la reutilización y reparación de equipos en contra de la sustitución por aparatos nuevos, mediante la creación de centros dedicados a la reparación, lo que permitiría acceder a la tecnología a ciertos sectores de la sociedad que no pueden permitirse comprar equipos nuevos, evitándose consecuentemente una gran cantidad de residuos.

De los lugares que tengan alguna política dirigida a este tipo de residuos –y que sea de tu conocimiento- ¿cómo evaluarías dicha política? ¿Qué más se podría hacer al respecto? ¿De qué dependería?


En políticas extranjeras respecto a este tipo de residuos se fomenta la Responsabilidad Extendida del Productor (REP). La aplicación de la REP, incorporada en una legislación nacional, resulta una de las medidas mayormente promocionadas en las banderas de solución a los problemas de los RE. En América Latina, los responsables de la producción de los AE operan en un campo altamente difuso, y por ende, muy difícil de identificar. Principalmente, por la enorme cantidad de equipos clonados, los cuales se componen de mecanismos (provenientes de Asia en su mayoría) que se ensamblan en diferentes puntos de América Latina y no poseen marca ni nombre de fabricación asignada. Asimismo, los datos relativos a los materiales empleados tampoco resultan esclarecedores para su revalorización post-consumo.


Respecto al Proyecto de Ley presentado en 2011 -por lo que tengo entendido-, una de las cuestiones “extra-oficiales” que llevaron a que éste cayera fue la presión que se ejerció desde la cámara de empresarios que en ese momento representaban a las ensambladoras situadas en la provincia de Tierra del Fuego. Alegaron, que el punto de REP presente en el Proyecto, haría responsables a las empresas de los costos del post-consumo de los RAEE que se “produjeran”, lo que las empujaría a una situación negativa -económicamente hablando-, disminuyendo así su capacidad de competitividad en el mercado nacional.


Hoy en día, la realidad es que no tenemos ni la ley ni las empresas que durante algunos años vimos en los stiker pegados en monitores, celulares y televisores con la leyenda: “Fabricado en Tierra del Fuego - Argentina”. 

 

¿Qué experiencia internacional tomarías como ejemplo a seguir? ¿Creés que el país en general y la Ciudad de Buenos Aires, en particular, podrían seguir sus pasos?

A nivel internacional, considero importante observar países como Colombia, Chile o Brasil. Éstos cuentan con experiencias locales muy interesantes y avances académicos ejemplares. Sin embargo, creo que es necesario definir estrategias específicas para la Argentina y para sus diferentes regiones, desde donde se podrían concentrar centros de acopio, tratamiento y redistribución de los RAEE y sus subcomponentes (tanto los revalorizables como los peligrosos).


Las variables a tomar en cuenta (tanto desde el punto de vista político, económico, de desarrollo industrial, situación laboral, entre muchas otras) varían entre los diferentes países latinoamericanos, especialmente para diseñar políticas a largo plazo. Definitivamente no tiene demasiado sentido replicar criterios europeístas o estadounidenses, por diferencias esencialmente culturales y organizativas; aunque al tener más avanzado el tema no escapan de ser estudiados a través de sus pruebas y errores. 


Creo que hay mucho por hacer y que es una oportunidad para explorar diferentes configuraciones de funcionamiento sustentable que en definitiva podrían ofrecer un reconocimiento, un oficio, trabajo, rédito económico e insumos que fortalezcan la industria nacional a partir de productos que actualmente desperdiciamos sin reconocer su valor desde el conjunto de la sociedad. 
 

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