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Reseña histórica de la gestión de residuos en la Ciudad de Buenos Aires

24 de octubre de 2018 - Por Damián Morán

Como ha señalado el Dr. Francisco Suárez(1), la gestión de los residuos en la Ciudad de Buenos Aires podría comprendérsela en cuatro períodos a lo largo de su historia, y cada período coincide con un método dominante de tratamiento de los residuos:


1) Los “huecos”


En términos generales podemos señalar que, desde la etapa colonial a los primeros años de la independencia, la decisión de las autoridades apuntó a alejar los residuos de la Ciudad o arrojarlos en espacios intersticiales, zanjas, áreas anegadizas o “huecos”(2). Se denominaba así a terrenos baldíos u obras en construcción abandonadas por sus propietarios, y que eran utilizados como lugares de disposición de residuos (funcionaban como basurales a cielo abierto). Cabe destacar que en esta opción el aspecto estético predomina por el de la higiene o salud pública.


Durante gran parte de la etapa colonial, los residuos fueron arrojados en pozos contiguos al domicilio, que consistían en cuadrados o rectángulos donde se los depositaba o incluso quemaba. Asimismo, se utilizaron los “pozos ciegos o negros de absorción” a los efectos de disponer los residuos. Sin embargo, los basureros más a mano fueron la calle, a la que iban las aguas servidas, los residuos domésticos y los animales muertos (muchas veces entorpeciendo el tránsito o contribuyendo a la proliferación de mosquitos), y los arroyos, llamados "terceros".


Como veremos a continuación, el crecimiento demográfico fue dejando “huecos” en zonas céntricas. Por ejemplo, el conocido como el "de las Ánimas" (porque allí funcionó el primer cementerio de la Ciudad), ubicado en las actuales calles Reconquista y Rivadavia; o el "de las Cabecitas", ubicado en la actual Plaza Vicente López, llamado de ese modo porque allí se arrojaban las cabezas de cordero del matadero localizado en la plaza situada en la intersección de las calles Las Heras y Pueyrredón. Otros huecos destacados fueron: el "de Zamudio", en la actual Plaza Lavalle; el "de la Yegua", entre las calles Belgrano, Venezuela, Pozos y Sarandí; el "de los Ejércitos", entre Independencia, Salta, Estados Unidos y Santiago del Estero y el "de los Sauces", hoy Plaza Garay.
Se implementaron diferentes medidas que poco hicieron para mejorar la situación: exhortaciones a la población para que guarden orden y limpieza o arrojaran los residuos en las zanjas, se impusieron multas, se crearon comisarios especiales y alcaldes de barrio y hasta se instruyó a la policía la responsabilidad de la limpieza pública y el control de contravenciones.


En la etapa municipal (a partir de 1856) la gestión de residuos tampoco sufrió grandes cambios. La policía continuó con la responsabilidad de controlar y evitar la disposición de animales muertos o basura en las calles, pero se creó una repartición responsable de la temática y se fijaron sitios para la disposición de los residuos (el hueco "de las Cabecitas" –al norte-; el horno "de Bayo" –al oeste- y el hueco "de los Sauces", junto al mercado mayorista de Constitución –al sur-). Asimismo, se contrató un servicio privado que se encargara del traslado de los residuos. También “(…) empezó a conceder a quienes denominaba ‘empresarios de la basura’, el derecho a extraer de ella los desechos considerados útiles a cambio de quemarla diariamente y a su costo el resto, y de que la Municipalidad pudiera utilizar las cenizas resultantes para emplearlas en los rellenos”(3)


Para el año 1862 el 10% de las erogaciones municipales correspondían a la administración de la limpieza de la Ciudad. Y hacia 1885 dicha cifra ascenderá al 15%(4)


Justamente, la situación descripta implicó el punto de saturación de este modelo de gestión de los residuos de la Ciudad. Agravado por el aumento poblacional, resultado de la inmigración creciente, las malas condiciones de radicación de estas personas (hacinamiento y deficiencias sanitarias), la proliferación de vectores epidemiológicos (como roedores, mosquitos, moscas, cucarachas) y el desarrollo de importantes epidemias (fiebre tifoidea, fiebre amarilla, viruela, difteria, cólera).

2) Relocalización de los vaciaderos: El sur de la Ciudad


Como señalamos, las grandes epidemias obligaron a una modificación de la gestión de los residuos de la Ciudad, aunque más no fuera a una reconfiguración territorial de su disposición. Es en este momento en el que se decide trasladar los vaciaderos de residuos hacia la zona sur y el borde de la Ciudad. No obstante, cabe destacar, que dicho cambio estuvo asociado con la reubicación de las clases altas porteñas hacia el norte y el traslado, también, de los hospitales y asilos de huérfanos y mendigos hacia el sur.


El crecimiento poblacional y sus condiciones de vida, asociado a la influencia del “paradigma higienista”, profundizaron la preocupación por cuestiones de higiene y salubridad urbana. En este sentido, la Ciudad desarrolló obras de desagües en calles, red cloacal y de agua potable, pavimentación y ensanche de calles, creación de espacios verdes y forestación, y se estableció un sistema de barrido de calles y extracción, tratamiento y disposición de residuos. Sin embargo, dicha política priorizó las áreas norte y centro de la Ciudad.


En esta etapa se ejecutaron las obras necesarias para el traslado de la basura en tren hacia el sitio oficial que se determinó(5), se amplió la frecuencia de recolección y se estableció el método de la “quema al aire libre”(6). Antes de la quema se separaban, por ejemplo, los metales para su reutilización o los huesos de animales muertos que se vendían para elaborar grasa. Como dicha recuperación comenzó a arrojar beneficios económicos, en 1905 el gobierno municipal decidió establecer un canon por esta actividad, que debía ser pagado por la empresa encargada del servicio de quema.


La modalidad de recolección consistía en el transporte con carros hasta el depósito general (calles Rivadavia y Loria), donde se cargaba un tren (“el tren de la basura”) que se dirigía hacia la quema municipal (se desprendía de su línea principal a la altura de la actual calle Agüero, y llegaba hasta el Riachuelo. Surcaba las actuales calles: Sánchez de Bustamante, Sánchez de Loria, Oruro, Deán Funes y Zavaleta). Este ramal dependía del Ferrocarril del Oeste y funcionó hasta 1895, motivo por el cual los carros debieron extender su recorrido hasta el basural.


“En 1887, la recolección de la basura ocupaba 178 carros que recogían de 800 a 900 kilogramos cada uno y utilizaba mensualmente 124 viajes de tren para transportar alrededor de 15 mil toneladas de residuos. En el vaciadero trabajaban 90 empleados, ocupados en quemar los desechos y recuperar materiales. La empresa contratada por la municipalidad vendía los materiales recuperados.”(7)


El vaciadero dio origen en sus inmediaciones a un barrio que recibió el nombre de “Barrio de Las Ranas” (por la gran presencia de estos animales en dicha zona anegadiza) o “Pueblo de las Latas” (por los característicos “chalet de lata”, construidos con los envases de lata de kerosén, rellenados con barro y apilados en forma de muro). En este asentamiento llegó a estimarse una presencia de 3000 hombres, mujeres y niños que se dedicaban a las actividades de recuperación y aprovechamiento de los residuos: se separaban huesos, vidrios, lana, trapos, estiércol, tarros de lata, vasijas, fragmentos de bronce, hierro, zinc, estaño, papeles, cajas, cajones, madera. Los vidrios enteros, separados entre frascos y botellas, se vendían a la industria farmacéutica y a las bodegas. El vidrio roto, separado por colores entre verde, azul y blanco, se vendía a la industria respectiva. Asimismo, paulatinamente se fueron instalando almacenes y barracones que oficiaban como depósitos y locales de compra-venta de objetos recuperados (en buen estado o no, como ser: cuadros, sillas y mesas, lámparas, jaulas, estatuas, calentadores marca “Primus” dañados, etc.)

3) Incineración de residuos: Minimización “total” o “radical”


Hacia fines del Siglo XIX las malas condiciones de salubridad y la falta de higiene generados por el método de “quema al aire libre”, sumado a las malas condiciones del barrio contiguo al vaciadero, llevó al Intendente Bullrich(8) a conformar una comisión de expertos (Antonio Piñero (médico), Carlos Echagüe (ingeniero) y Francisco Lavalle (químico)) para evaluar alternativas y determinar la mejor opción para la Ciudad respecto del tratamiento final de sus residuos. El informe elaborado se tituló “Eliminación y tratamiento de las basuras” y aconsejó aplicar la “incineración total” o “cremación radical”. Así, el Intendente ordenó realizar ensayos sobre distintos tipos de hornos, para poder seleccionar el más apropiado para la composición de los residuos que producía la Ciudad.


De esta manera, en 1904 se construyó la usina incineradora de Nueva Pompeya, en 1924 la de Chacarita y en 1928 la del Bajo Flores. Como se hiciera con las cenizas de la “quema al aire libre”, el producto de la incineración se destinó al relleno de calles o terrenos bajos o pantanosos. Por su parte, los edificios de propiedad horizontal incorporaron incineradores internos.


Cabe destacar dos cuestiones: por un lado, la Ciudad comenzó a incinerar sus residuos, mientras que los municipios aledaños continuaron con basurales a cielo abierto y/o con el precario método de quema. Por otro, la “incineración total” simplificó el sistema de gestión, pero invadió la Ciudad de hollín y gases. De manera que poco contribuyó con la limpieza y la reducción de la contaminación.


A partir de este momento se dieron una serie de normas atinentes a regular la gestión de residuos sólidos urbanos. Entre las más importantes se encontraron las dirigidas a los vecinos que no contaban con incineración domiciliaria. Para éstos se establecieron horarios y recipientes específicos para sacar la basura a la calle. Hasta que en 1967 se autorizó a utilizar la bolsa plástica, considerándola eficiente e higiénica.


Como mencionamos, la incineración contribuía en creces con la contaminación del aire, al punto que en días de baja presión la Ciudad quedaba cubierta de smog. Esta situación se asoció nuevamente con el crecimiento poblacional y con el consiguiente aumento de la generación de residuos, cuestión que llevó a que los hornos incineradores no dieran abasto (que a su vez se veían dificultados para accionar por la temporada de lluvias, que mermaban su rendimiento).


Dichas cuestiones llevaron a que, por un lado, se desarrollaran en paralelo nuevos vaciaderos (siendo el más importante el del Bajo Flores) y a que, en 1976, el Intendente Cacciatore(9) prohibiera la incineración domiciliaria y obligara a efectuar compactación de residuos a todos los edificios de más de 4 pisos y que superaran las 25 unidades de vivienda. Pero, finalmente, esta modalidad no prosperó. Un año después, bajo la pretensión de abordar la problemática de los residuos desde una perspectiva metropolitana, se crearía en consonancia una unidad de ejecución.

4) Relleno sanitario


En 1977 la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires acordaron crear una unidad metropolitana para la gestión de los residuos. Dicha unidad recibió el nombre de “Cinturón Ecológico Área Metropolitana Sociedad del Estado” (CEAMSE) (en la actualidad, las siglas continúan siendo las mismas, pero su denominación cambió a “Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado”). Desde ese momento hasta la actualidad, la CEAMSE es la responsable de la disposición final de los residuos sólidos urbanos bajo la modalidad de rellenos sanitarios.


Este tipo de relleno se instrumenta en sitios de disposición ubicados en terrenos naturalmente aptos o previamente impermeabilizados. Se utilizan principios de ingeniería para confinar la basura en un área lo menor posible, reduciendo su volumen al mínimo practicable y cubrir los residuos con una capa de tierra con la frecuencia necesaria.


En la actualidad, la recolección y traslado de los RSU en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) (la más poblada del país) se encuentra a cargo de cada uno de los municipios que la componen, y la disposición final –como mencionamos- se realiza en alguno de los “complejos ambientales” dependientes de la CEAMSE. Estos “complejos ambientales” son: Norte III, Ensenada y González Catán (y uno en etapa de poscierre: Villa Domínico(10)). Asimismo, dentro de la Ciudad de Buenos Aires existen cuatro estaciones de transferencia: Colegiales, Flores, Pompeya (desde 1979) y Zavaleta (desde 2011, que también recibe restos de poda y escombros).


De esta manera, la CEAMSE coordina la disposición final de RSU de una superficie de unos 8.800 km2(11) y una población cercana a los 14,5 millones de habitantes (aproximadamente el 36% de la población del país), que producen alrededor de 17.000 toneladas diarias de residuos.


En los complejos ambientales se realizan tareas de tratamiento (acondicionamiento y valorización) y disposición final (depósito permanente de los residuos y de las fracciones de rechazo resultantes del tratamiento y clausura y posclausura de los centros de disposición final) de los RSU, estas tareas incluyen: separación y clasificación de residuos, captación del biogás, tratamiento de los líquidos lixiviados y fabricación de Compost o enmienda orgánica.(12)

Notas:

(1) SUÁREZ, FRANCISCO (1998): "Que las recojan y arrojen fuera de la Ciudad’, Historia de la gestión de los residuos sólidos (las basuras) en Buenos Aires”, Documento de trabajo Nº 8, Universidad Nacional de General Sarmiento, Capítulo 1, actualizado, revisado y ampliado, 1998.
 

(2) Ver: MARTÍN, LUIS (1973): “El Pueblo de las ranas y el Barrio”, Ateneo de Estudios Históricos, Nº 15, Octubre-Diciembre, p. 2. Y PAIVA, VERÓNICA y PERELMAN, MARIANO (2010): “Aproximación histórica a la recolección formal e informal en la ciudad de Buenos Aires: la “quema” de Parque Patricios (1860-1917) y la del Bajo Flores (1920-1977)”, Revista Theomai (ISSN 1515-6443), 1er. Semestre, Nro. 21 (disponible en: http://revista-theomai.unq.edu.ar/NUMERO%2021/ArtPaiva.pdf)

 

(3) SCHAMBER, PABLO (2008): "De los Desechos a las mercancías. Una etnografía de los cartoneros", Editorial San Benito, Buenos Aires, p. 32. En SUÁREZ, FRANCISCO (1998), Íbid, p. 7.
 

(4) MUNICIPALIDAD DE BUENOS AIRES (1906): Censo General de Población 1904, Edificación, comercio e industria de la ciudad de Buenos Aires. En SUÁREZ, FRANCISCO (1998), Op. Cit., pp. 7 y 14.
 

(5) Un predio de 74 hectáreas, inaugurado en 1871, ubicado a la altura de los barrios Nueva Pompeya y Barracas (actuales calles: Amancio Alcorta, Zavaleta y Cachi y el Riachuelo), en un área despoblada, deprimida, anegadiza y cubierta de vegetación y fauna acuática.
 

(6) “(…) método inventado en 1872 por el Administrador General de Limpieza Pública, Ángel Borches (...) Se colocaba la basura en “parrillas de hierro, en donde se las quemaba a fuego lento”, sin otro tratamiento final más que la incineración a cielo abierto. En PAIVA, VERÓNICA Y PERELMAN, MARIANO (2010), Íbid, p. 136.
Inicialmente se lo utilizó en el paraje “Los Sauces” (actual Plaza Garay), pero al encontrarse en un lugar céntrico, las reiteradas quejas de los vecinos y aprovechando la apertura del vaciadero municipal en zona sur, se trasladó hacia este último lugar.

 

(7) SUÁREZ, FRANCISCO (1998), Íbid, p. 13.

 

(8) Adolfo Jorge Bullrich (Mandato: 1898-1902).

 

(9) Osvaldo Andrés Cacciatore (de facto) (Mandato: 1976-1982).

(10) En el año 2017, la CEAMSE, la Sociedad Central de Arquitectos (SCA) y el Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires organizaron un “Concurso Nacional de Ideas Plan Maestro Bioparque Metropolitano CEAMSE – Villa Domínico”, con la pretensión de abordar un terreno de casi 400 hectáreas, aledaño a las costas del Río de la Plata y de la Autopista Buenos Aires - La Plata, con el objeto de generar nuevos criterios de valorización que lo trasformen en un verdadero parque público de alcance regional y en un ejemplo de la recuperación de rellenos sanitarios desactivados y cerrados.

(11) El ámbito geográfico de acción se encuentra conformado por: la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los partidos bonaerenses de Almirante Brown, Avellaneda, Berazategui, Berisso, Brandsen, Ensenada, Escobar, Esteban Echeverría, Ezeiza, Florencio Varela, General Rodríguez, General San Martín, Hurlingham, Ituzaingó, José C. Paz, La Matanza, La Plata, Lanús, Lomas de Zamora, Magdalena, Malvinas Argentinas, Merlo, Moreno, Morón, Pilar, Presidente Perón, Quilmes, San Fernando, San Isidro, San Miguel, Tigre, Tres de Febrero y Vicente López. Sitio web de la CEAMSE (www.ceamse.gov.ar)

 

(12) Sitio web de la CEAMSE (www.ceamse.gov.ar)

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