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Un día en el Antropoceno(*)

05 de junio de 2020 - Por Damián Morán

Este viernes 5 de junio se celebra a nivel internacional un nuevo “Día del Medio Ambiente”. Y si bien las acciones para su cuidado, estabilidad y reproducción deben ser cotidianas, resulta un buen momento para reflexionar.

Nuestro Planeta tiene alrededor de 4500 millones de años. Y los seres humanos, en el mejor de los casos, podríamos remontarnos a unos 4 millones de años. Pero si de “Homo Sapiens” se trata –según investigaciones recientes- nos limitaríamos tan sólo a unos 300.000 años. De cualquier forma, lo que queda de manifiesto –aunque nos moleste- es que constituimos una especie más de las tantas que habitaron y habitan el Planeta.

También es cierto (y alarmante) que nos han bastado 270 años para poner nuestra propia existencia patas para arriba. Y en gran medida gracias al usufructo de un período geológico (natural) benevolente que ha permitido que nuestra vida se diera como la conocemos.

Hemos llegado a tal punto que distintos científicos han abierto la discusión y aportado evidencias para reconocer a nuestro presente como una nueva era: el “Antropoceno” (o “Edad de los Humanos”). Ello implica reconocer que la Tierra está cambiando aceleradamente por la mismísima acción humana.

Estas conclusiones se desprenden en primer lugar del amplio consenso científico acerca de que el ser humano es responsable del calentamiento global presente. El IPCC ha reconocido las siguientes acciones y actividades humanas como sus causas: la industria, la deforestación, los combustibles fósiles y el aumento poblacional desmedido.

De los “forzamientos climáticos” del último milenio (Fuente: NOAA) puede reconocerse al solar, a las erupciones volcánicas y al dióxido de carbono (CO2) como los principales. Pero con la particularidad de una gran amplitud entre el último y los primeros y muy especialmente desde el año 1800 (coincidente con la Revolución Industrial), momento en que dicho “forzador” se dispara hacia arriba.

Por otro lado, si se toman en consideración los principales “Gases de Efecto Invernadero” (GEI), y particularmente los que pueden estimarse desde el año 1750, como ser el CO2, el Metano (CH4) y el Óxido Nitroso (N2O), sus concentraciones en la atmósfera (a registros del año 2010) han aumentado un 40%, un 150% y un 20%, respectivamente.

Asimismo, cuando el calentamiento global impacta y modifica otros componentes climáticos, como la temperatura, la humedad, la lluvia, el viento y los fenómenos meteorológicos severos (durante períodos de tiempo prolongados), nos encontramos frente a un fenómeno de cambio climático global.

Estas acciones y actividades humanas tienen implicancias y consecuencias sobre el ambiente y en especial sobre la diversidad biológica o biodiversidad. Cuando se alude a este concepto se hace referencia a la variabilidad o diversidad dentro de cada especie y entre las especies de organismos vivos, incluidos los distintos ecosistemas terrestres, marinos y acuáticos.

Así, y de continuar en esta misma línea, llegaremos al punto límite de convertirnos en responsables de una extinción masiva de especies animales y vegetales. En este sentido las estimaciones arrojan que podrían extinguirse 1 millón de las 8 millones de especies que habitan en el Planeta.

A pesar de voces negacionistas, no parece difícil establecer las terribles consecuencias (en nuestra salud, seguridad alimentaria y calidad de vida) que todo lo mencionado depara para nuestra especie en el corto, mediano y largo plazo. A continuación señalamos algunas:

- cada vez resulta más difícil y costoso potabilizar el agua.

- 200 millones de personas se encuentran en riesgo por huracanes e inundaciones por la pérdida de zonas de regulación y amortiguación.

- sólo el 7% de la pesca oceánica se realiza dentro de niveles sostenibles.

- existen 400 “zonas muertas” en los océanos y 7 grandes “islas de plástico”.

- los microplásticos están presentes hasta en el aire que respiramos.

- el 23% de la superficie terrestre ha perdido su productividad.

- la destrucción ecosistémica nos expone enfermedades y virus, como sucede con el COVID-19.

- la pérdida de ecosistemas destruye también economías locales e identidades culturales.

- aumenta la frecuencia y la intensidad de los fenómenos meteorológicos y se exacerban las consecuencias asociadas (inundaciones, olas de calor y frío, sequías).

- se profundizan la acidifación de los océanos y el derretimiento glacial y aumentan los incendios forestales.

Todo esto y mucho más en tan sólo 270 años (!!) Y producto de un modelo de “extracción-producción-consumo” que tiene por principio la dominación y transformación de la naturaleza, que concibe al ser humano como ajeno y por encima del medio natural y a los recursos como infinitos.

Incluso sufriendo las consecuencias negativas de nuestras acciones, el ser humano ha podido constatar que ningún destino está escrito y que los hechos son el resultado de las decisiones que tomamos y emprendemos. Así, del mismo modo que forjamos ese modelo productivo y de consumo, existe la posibilidad de establecer uno diferente, más consciente y responsable.

 

 

Referencias:

IPCC: “Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático”

NOAA: “Administración Nacional Oceánica y Atmosférica”

(*) La presente nota fue publicada por el periódico digital "Para Todos" con el título "Nuestro planeta y el medio ambiente" (05-06-20).

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