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Un árbol para ver el bosque

28 de junio de 2020 - Por Damián Morán

En 1969, el Congreso Forestal Mundial instauró el 28 de junio como día de celebración del Día Mundial del Árbol y lo elevó como recomendación a la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Por su parte, la ONU declaró el 21 de marzo como Día Internacional de los Bosques, de aquí que muchas veces se confundan dichas celebraciones.


Lo cierto es que más allá de lo instaurado por el Congreso Forestal Mundial, cada país cuenta con su Día del Árbol, por ejemplo: en Argentina es el 29 de agosto, en Chile el 6 de julio, en Colombia el 29 de abril y en China el 12 de marzo.


Reconocer y valorar a los árboles resulta central por las funciones ecosistémicas que cumplen y más aún en el momento actual, en el que la deforestación indiscriminada y los incendios acentúan el calentamiento global, repercutiendo en el clima mundial.


Entre las principales funciones que cumplen los árboles podemos destacar: la oxigenación, la prevención de la erosión de los suelos (lo estabilizan, ralentizan la escorrentía, mantienen el agua y el intercambio de nutrientes), el aporte de sombra y frescura, la reducción del ruido, ser sumideros de CO2 y hábitat para numerosas especies.


Un árbol forma en sí mismo un complejo ecosistema en el que distintas especies (como insectos, hongos, líquenes, otras vegetaciones, aves, reptiles y mamíferos) obtienen alimento y refugio. Así también, son fuente de materias primas para la elaboración de medicinas, alimentos, medios de intercambio, muebles, viviendas, papel, combustible, fibras y otros materiales naturales, además de ser considerados sagrados por muchas culturas.


Según la Global Forest Watch, sólo en 2017 el mundo perdió 15 millones de hectáreas de bosque tropical. En Sudamérica los países más afectados por la deforestación son Brasil, Argentina y Paraguay. Y cabe destacar que la pandemia mundial de COVID-19 no le puso freno a la actividad.


Por otro lado, hay estudios (sustentados en imágenes satelitales) que señalan que la cobertura forestal global ha aumentado un 7% entre 1982 y 2016, pero ello no implica buenas noticias. Y esto porque ese tipo de imágenes no distingue dos cuestiones centrales: ni la estructura del bosque ni su calidad desde un punto de vista ambiental. Estos cambios han sido notorios en el Hemisferio Norte, en China y en algunas regiones africanas, vinculados al calentamiento global (que ocasiona un avance de los bosques sobre otros ecosistemas como la tundra) y a acciones de reforestación. Si bien estas acciones pueden ser bien vistas y valoradas, no tienen el mismo impacto que los bosques primarios derribados o deteriorados, fundamentalmente por contar con una menor capacidad para albergar biodiversidad y para absorber y secuestrar dióxido de carbono.


En igual sentido podríamos mencionar la reforestación con especies exóticas o nativas, pero de características diferentes al bosque nativo que se pretende restaurar.

Como señalamos, un árbol representa diversidad (biodiversidad) y complejidad. Por ello nos parece una maravillosa coincidencia que su valoración y reconocimiento coincida con la celebración del “Día Internacional del Orgullo LGTBIQ+”. Porque reconocer y valorar la diversidad es el primer paso para el respeto, el crecimiento y la vida en comunidad.
 

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